WordCamp Irún 2019 desde mi punto de vista

08 de junio de 2019

Hace ya unos días que terminó WordCamp Irún y me estrené como voluntario. Aunque iba un poco temeroso, hacía tiempo que tenía curiosidad por vivir una WordCamp desde otra perspectiva y la verdad es que no defraudó en absoluto.

Ahora leo algunas reseñas, o veo algún vídeo, y me doy cuenta de que me perdí ponencias de lo más interesante. Pero a cambio, pude conocer y hablar con gente estupenda. Y para algo tenemos WordPress.tv, donde ya tenemos los vídeos de las ponencias de WordCamp Irún 2019. Encontrarse con gente más o menos afín en un ambiente distendido es otra de las caras, y posiblemente la más importante, de una WordCamp.

Una fiesta agotadora muy bien aprovechada

El trabajo de voluntario, no acabó conmigo. Pero los casi 1600 Km de coche, el madrugar y el acostarse tarde, fueron haciendo mella en mis hombros y me tuvieron con las cervicales hechas una pena los tres días siguientes. Incluso habiendo planteado el viaje en varias etapas para llevarlo relajadamente.

cachopo

Etapas en las que aprovechamos para dar un paseo por las empedradas calles de Mondoñedo; comernos un cachopo en Ribadesella, donde hicimos noche el jueves; y tomarnos un café a la entrada de Ortuella. De vuelta, paramos en Santander a visitar a antiguas amistades y de paso descansar un poco antes de seguir nuestro camino. Aprovechamos la mañana para hacer una visita a la ciudad, y comprar suculentas viandas. La última parada fue Foz, no sin antes sacar unas fotos para twitter antes y después de cruzar la ría de Ribadeo.

El último tramo hasta Pontevedra se hizo duro. Ya iba solo en el coche y , el cansancio y las cervicales me intentaban jugar malas pasadas. El redbull de emergencias y cambiar la postura al conducir me mantuvo en la carretera.

Cómo transcurrió la WordCamp

¿Qué pasó entre la ida y la vuelta?

Pues el viernes llegamos a Hondarribia, donde íbamos a alojarnos. Viajar en grupo numeroso limita bastante la cantidad de alojamientos que cumplan los requisitos de capacidad y no encontramos nada en Irún. Después de dos, o tres, vueltas para encontrar un hueco y dejar el coche, aparcamos casi a las afueras. Cargamos el equipaje y nos fuimos a por las llaves del alojamiento.

Acto seguido, volvimos al coche y a Irún.

En aquella plaza del Mercadillo, conocida como Moskú, ya se había ido condensando un grupo de WordPresseros más o menos numeroso en el que rápidamente diferencié algunas caras conocidas, Mauricio Gelves, Fernando G. Rebolledo, Rocío Valdivia… Nos acercamos, y nos ofrecieron unirnos al grupo para comer. Allí nos quedamos.

WordPress on the Street

Bajo la carpa, donde se celebraría «WordPress On The Street», situada a escasos metros de la mesa, se fueron también congregando asistentes, ponentes, voluntarios y organizadores. En unos minutos comenzaría la primera de tres ponencias que tendrían lugar ese día. En general, creo que todos opinamos que fue un éxito rotundo.

Al terminar, ya con la Delegación Galega al completo, tocaba organizarse para cenar. Unos teníamos la cena resuelta con los ponentes, pero otros estaban esperando a ver si sí o si no, se acababa de organizar una cena de asistentes. Todos nos quedamos en Irún. Decidimos dejar los coches en Hondarribia y usar el taxi, para poder disfrutar de la cena. Pero, no fue posible, todos los taxis habían desaparecido. Finalmente decidí que era preferible conducir que quedarnos sin cenar.

La gran cena en la Sidrería

Llegamos tarde, pero llegamos. Aún quedaba cena para nosotros. Había ya un ambiente alegre, aderezado con sidra que brotaba de aquellos enormes barriles. Tortilla, bacalao, y «el chuletón». ¡Qué bueno todo! Y el lugar, espectacular.

Tras los saludos, los reencuentros y las charlas sobre los temas más variados, llegó la hora de despedirse hasta el día siguiente. Esto es algo que puede llevar más de una hora en según que casos, y una cena de ponentes, que casi parece una familia de estas ideales, es uno de esos casos.

Al llegar a casa puse el despertador para levantarme con tiempo al día siguiente.

El día de la WordCamp, podría haberme quedado dormido

Menos mal que alguien se levantó antes y me despertó, porque había puesto la alarma para el lunes. Una ducha rápida y salimos pitando para la Universidad, dónde se celebraba el evento. Previamente, y estando prevenidos de que el café no llegaría hasta las once, hicimos una paradita para llenar el depósito de cafeína y croisants (los curasanes de toda la vida).

Llegamos a la universidad y dimos una vuelta al edificio por una extraña razón que no llegamos a comprender, reconocimiento inconsciente del terreno supongo. Una vez dentro, subimos a la primera planta. Yo estaba, un poco no, bastante perdido. Pedí mis cosicas de voluntario, me cambié de camiseta y empezé por preguntar: «¿Qué hago?».

Acabamos de preparar el material que a última hora no estaba en las bolsas para los asistentes y, tras esto y un duelo a «piedra, papel, tijera» con Jaime Gármar, me tocó bajar para guiar a los asistentes, que entraban con cara de despistados mirando hacia todos los lados, hacia la primera planta.

De vuelta a la planta de arriba, pude conocer a otros voluntarios. Algunos, eran ya conocidos para mi, otros aún no. Al contrario, alguno me preguntó si era mi primera WordCamp. Llevo unas cuantas desde aquella primera PonteWordCamp, pero tengo el don, o no, de hacerme casi invisible. Otro de mis dones es hacer bromas que la gente se cree, y decir verdades que la gente se toma a broma.

Entrar a una ponencia, salir, volver a entrar, pasar por los stands de los patrocinadores, coger libreta y boli, volver a entrar en la ponencia, tomar alguna nota, conversar con unos y con otros, preparar el desayuno, desayunar (otra vez), recoger el desayuno, recepción… Y charla, un montón de charla. Y alguna que otra sesión de masaje descontracturador. ;-P

El cátering llegaba con retraso

Llegó la hora de la comida y no había comida, el cátering llegaba con retraso. Se adelantaron las siguientes charlas para que la gente no se diera cuenta del hambre y mientras tanto, llegó todo. Nos pusimos como locos a preparar las mesas con comida para todos los gustos. Como casi siempre, incerteza con lo que es para veganos y lo que es para vegetarianos. Al final, creo que resolvimos bien, los últimos viajes con comida fueron ya con la gente fuera de las salas que nos tenían que ir esquivando.

Por la tarde estuve prácticamente libre y asistí a dos o tres ponencias pero, ya estaba en el ajo y ya no me podía quedar quieto (me quedaba dormido). Aunque no con la intensidad de la mañana, seguí aportando granitos de arena y seguí con la charla de pasillo.

El cierre de un gran día

Después de una divertida despedida con Juan Hernando haciéndonos reir a todos, las cifras de la WordCamp, agradecimientos varios, y muchos aplausos. Recogimos el grueso la Wordcamp y nos organizamos para ir al akelarre.

Teniendo que ir hasta Hondarribia y volver, y con el precedente de la noche anterior con los taxis, creímos más acertado hacer una parada en Mosku para refrescarnos con una cervecita, o dos, antes de ir al local. Buena idea, porque, nuevamente, allí se fué juntando gente preparándose para la chistorra que se avecinaba.

En el Akelarre estuvimos, bien, dos o tres horitas, pero el día había sido largo y el cansancio hacía acto de presencia. Allí, entre otras cosas hice uso de otra de mis habilidades especiales, que Juan Hernando destacó a Nahuai, y traída a escena unos minutos después: mi cara de pocker. Dice Juan que no es capaz de diferenciar cuando estoy hablando en serio y cuando no, o cuando me lo estoy pasando bien o estoy aburrido. Algo que demostró con su cara de sorpresa / preocupación / acojone generalizado cuando dije algo como:

— La universidad en Pontevedra ya está en obras, que la están ampliando para que quepamos todos en PonteWordCamp2019.
— ¿¡¡Qué!!? ¡Yo no sabía nada de eso! ¡Y no me han avisao!
— Intentaba ser un comentario irónico.

Mirando a Nahuai

— ¿Ves? ¡A esto me refiero!

Contributor day

Al día siguiente, desayunamos en Hondarribia, nos pedimos un par de taxis y nos fuimos directos al contributor. Ya estaban las mesas montadas y me dio por hacer un reportaje por todas las mesas, con Pas-cuá y los otros patos que le compañaron. Y cuando acabé de hacer el gamba, me pillé un café y me junté un poco por casualidad en la mesa de comunidad que hablaría de los entresijos de montar una WordCamp hasta que comencé a ayudar preparar la zona de comida… Y cuando creíamos que ya teníamos todas las pizzas bien distribuídas, llegó otro montón. Hicimos hueco como pudimos, y al final cupieron todas, justo cuando la gente empezó a salir del track A (realmente, no tengo ni idea de lo que ocurrió allí).

Llegó el momento en el que ya no nos cabía más comida dentro. Fuimos a buscar el otro coche a Hondarribia y se marchó gran parte de la Delegación Gallega. Yo me quedé un poco más, ayudando a recoger todo.

Que todo se quede igual, o mejor de como nos lo encontramos es otra de las tareas importantes en una WordCamp, en especial cuando el espacio se cede gratuitamente para el evento.

La maleta de la WordCamp se viene a Pontevedra

Ya con casi todo recogido, Pablo Moratinos me pide si puedo llevarme la maleta de la WordCamp a Pontevedra. Quizás sea una chorrada mía, pero, para mí, esa maleta es como la antorcha olímpica de las WordCamp, de modo que no fue un favor, sino un honor, traerme la maleta.

Y por el camino, al coche, viendo que íbamos lentos, me la eché al hombro. En ese momento, me acordé del logo del mugalari… foto. Foto que repetí al llegar a Pontevedra. Aunque hubo quien propuso ponerle alas a la maleta, en realidad, lo de echarla al hombro es bastante más fácil que crear una maleta voladora de la nada.

En resumen

La de Irún era una WordCamp que, sin saber muy bien por qué, tenía la convicción de que tenía que ir. Y me alegra pensar que he podido ayudar a hacerla posible.

La experiencia como voluntario es única.

Para mí, que me cuesta un poco relacionarme con desconocidos, es una forma de forzarme a interactuar mucho más que como asistente, y creo que he salido de Irún con unos pocos amigos más que espero encontrarme en otras WordCamp.

¿Se acabó?

Y ahora toca, volver a la rutina, por poco tiempo. Septiembre está a la vuelta de la esquina y las «obras en la universidad» ;-P tienen que estar acabadas para entonces.

¡Un abrazo!

Un comentario en “WordCamp Irún 2019 desde mi punto de vista”

  1. ¡Gracias por tu review, Carlos! La verdad es que comparto contigo la percepción de la maleta WordCamp, es como un símbolo, muy acertado lo de la antorcha olímpica XD
    Me hace mucha ilusión que te estrenaras como voluntario en Irun, eso es algo que ya queda para los restos 😀 Un abrazo y espero que nos veamos muy pronto 🙂

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