La primera WordCamp de Castilla y León. WordCamp Valladolid

19 de marzo de 2020

Vaya gustazo llegar a Valladolid, y sentirse como en casa, entre amigos. Amigos que nos vemos poco, pero que nos apreciamos mucho. Y es que se notaba en el ambiente las ganas que han puesto los organizadores en poner en marcha esta primera WordCamp de Castilla y León para que saliese perfecta.

La responsabilidad, además era grande. Una WordCamp es, además de un evento tecnológico, un escaparate que pone en valor la fuerza que tiene la comunidad de WordPress en España. Y con esto, animar a otros a querer formar parte ésta.

Me alegró saber que hay gente muy interesada en iniciar una comunidad WordPressera en Zamora, ciudad en donde viví durante casi diez años de mi vida. Y, especialmente, me alegró que percibieran el carácter humano de la comunidad. Estoy seguro que esto, les va a aumentar, más, las ganas de seguir adelante.

La «Delegación Galega»

Aunque la «Delegación Galega», era bastante destacada en cuanto al número, fuimos saliendo un poco a cuentagotas. Nosotros, decidimos salir el viernes por la mañana y hacer un viaje relajadito.

Me levanté, desayuné, cogí las cosas y me fui al coche. Metí el equipaje en el maletero y lo cerré… No se volvería a abrir hasta cinco días después… Recogí a Jorge y pusimos rumbo a Vigo, a por Pablo, que también se había animado a acompañarnos a Valladolid.

Gracias a Google Maps, y posteriormente a nuestro despiste, por ir de palique, dimos una cuantas vueltas por los alrededores de Vigo antes de conseguir tomar la autovía.

Entre charla y charla, llegamos a Puebla de Sanabria. Dimos un pequeño paseo por el pueblo, para conocerlo y estirar las piernas. Nos peleamos un poco con el maletero y nos tomamos un «cafesito» para espabilar el resto del viaje.

En particular, a mi el viaje no se me hizo largo, aunque en los alrededores de Tordesillas mi estómago ya rugía por comida.

Llegados a Valladolid, aparcamos, nos encontramos con Sabela y Jesús, que habiendo salido más tarde llegaron casi a la vez. Comimos todos juntos en la terraza de un McDonalds cerca del museo donde se celebraba el evento.

Mientras estuvimos allí, con la boca llena de hamburguesa, y las manos llenas de ketchup, pararon a saludar Ibon y Mauricio que ya andaban por la zona.

Yo ya iba a pasar del tema, pero Jesús me insistió en que buscase un taller y ver si me podían ayudar a abrir el maletero. Le hice caso, y Pablo me acompañó a buscar un taller. Pero siendo viernes por la tarde y teniendo que estar de vuelta el domingo, las opciones de «te reviento la cerradura y a ver si encuentro una de segunda mano» no me convencía. ¿Solución? Nos fuimos a un centro comercial a comprar lo imprescindible para pasar dos o tres días sin llegar a oler mal.

Contributor Day

De vuelta al lugar donde se estaba celebrando el Contributor Day, mucha gente ya era conocedora del tema de mi maletero e intentaban darme soluciones, aunque ninguna de ellas me valió.

Sin portátil, poco pude contribuir, pese a ello, teniendo el móvil, intenté meterme, sin mucho éxito, en el grupo de soporte y poner mi granito de arena.

La, ya habitual, cena de asistentes se celebró en un mercado de estos que hoy se reconvierten en una especie de bares comunales donde en cada puesto puedes adquirir una cosa distinta y hacerte un menú a medida.

#WCVLL

Al día siguiente, madrugamos para llegar a la hora y no perdernos el inicio del evento que, además abría nuestro «presidente emérito» Juan Hernando, dándonos consejos sobre buenos y malos temas de conversación para la WordCamp.

Lo cierto es que ni tan siquiera había leído el programa. Por experiencia, se que en una WordCamp cualquier charla a la que vaya va a ser enriquecedora y de muy buena calidad con lo que no me preocupaba perderme una u otra. Más pronto que tarde, las ponencias acaban colgadas en wordpress.tv, lo que posibilita verlas con tiempo en casita.

Como en cada WordCamp, a lo largo del día pude conocer cantidad de personas nuevas, y reencontrarme con otras conocidas en anteriores eventos. Y hasta me atreví a dar algún consejo para intentar paliar los nervios de algunos ponentes.

De las charlas, me gustó especialmente la de Daniel Primo, que me convenció para ponerme a aprender javaScript. Más bien para, repasar lo que algún día supe, y posteriormente aprender cosas nuevas.

After party

Pasadas todas las charlas, y tras la despedida, estuvimos un buen rato en el comedor donde fuimos haciendo las pausas para el café. Allí Cristina intentó ilustrarnos sobre vinos de la zona guiándonos en una cata que se acompañó de algo más de picoteo. Lo cierto es que por X o por Y el sonido no era muy claro y, yo, me enteré de la misa a medias.

Finalizada esta parte nos fuimos directos a la plaza mayor, aunque no le hubiera dicho que no a una duchita previa.

Fuimos de los primeros, por no decir los primeros, en llegar y nos quedamos un poco indecisos, sin tener mucha idea de qué hacer al ver que allí no había nadie. Pero pronto comenzó a llegar gente y nos pusimos a buscar un sitio donde comer algo.

Un pato de goma.
Me encontré con un primo de Pas-cuá, que esta vez no pudo acompañarnos.

Fue encontrar un sitio y aparecieron organizadores con tortilla, minihamburguesas y otras viandas, y propusieron ir a otro sitio. Me apunté.

De los que parecía que íbamos, creo que llegamos la mitad. Y al llegar, como queríamos comer, nos juntamos unos cuantos y nos fuimos a pedir unos pinchos a un bar próximo. La verdad es que me sentía bastante cansado, del viaje, de haber dormido poco y de todo el día… De hecho me costó mantenerme despierto en alguna de las ponencias.

Al poco apareció José Luis. Junto con José Ramón Bernabeu, que ya estaba entre nosotros, el espectáculo estaba asegurado con dos pesos pesados de la dialéctica como estos.

Más tarde nos unimos al resto del grupo, que ya había llegado y abarrotado el bar donde íbamos a continuar la fiesta. Mucha gente, mucho calor, decidí salir fuera junto a unos pocos que también preferían el frío al calor.

De allí, a tomar la última, y a dormir.

Visitando a antiguos compañeros

El domingo había decidido quedar con un antiguo compañero de la universidad. Hacía varios años que no nos veíamos y coincidiendo en la misma ciudad, no hay excusa para no tomar unas tapas y actualizar cómo nos va la vida.

Guiados por él, pudimos conocer algunos de los curiosos lugares que tiene esta ciudad que llegó a ser capital del imperio español. Hasta que, hacia el mediodía nos reencontramos con Pablo, comimos, café y al coche.

Por el camino, nos pareció buena idea parar para conocer Villalpando, un pueblo que me despertaba mucha curiosidad desde hacía años, y tomar algo.

El viento nos acompañó durante todo el camino zarandeando el coche. En las proximidades de Sanabria, la lluvia también quiso unirse parte del viaje, hasta Vigo, que nos dio una tregua para que Pablo pudiese bajarse del coche y llegar a casa.

Abrir el maletero atascado

El lunes estaba destrozado, llegué a casa del trabajo, comí algo, y a dormir. Fue el martes, mientras yo trabajaba, que mi padre, con una percha, consiguió abatir los asientos y sacar el equipaje del maletero.

Maletero de mi coche abierto.
El maletero, por fin, abierto

Al llegar yo, me metí dentro, y con destornillador, fuerza bruta y un poco de maña, conseguimos abrir el portón. Aunque desmonté la cerradura, no hubo manera de conseguir que funcionase. Atamos lo mejor que pudimos el portón para que no se abriese y llevamos el coche al taller para que le cambiasen la cerradura… una pasta.

En resumen

La de Valladolid, es otra WordCamp de las que merecen la pena. Y posiblemente se convertirá en el faro que guiará las comunidades de WordPress en la comunidad de Castilla y León cuando pase esto de tener que estar cada uno en su casita.

En fin, un viaje en el que hubo de todo. Aunque me quedé con las ganas de la sopa da ajo. Así que unos días después, ya en casa…

Sopa de ajo
Sopa de ajo

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